Mucho antes de que juegos como La Pulga, Game Over, Mad Mix Game o La Abadía del Crimen protagonizaran la llamada Edad de Oro del videojuego español, un grupo de ingenieros investigaron cómo traer a nuestro país aquellas máquinas arcade que tanto éxito estaban cosechando más allá de nuestras fronteras. Aquellas primeras máquinas recreativas españolas – muebles con palancas, botones y combinaciones hipnóticas de luces y sonidos– se convertirían en los verdaderos cimientos del videojuego para muchas generaciones que hoy peinan canas.